¿Cómo solucionamos el problema de los atascos?
Se dice que el tiempo es oro, ¿verdad? Y no es para menos, pues lo consideramos como uno de los activos más importantes en nuestra sociedad, de ahí que tengamos expresiones como perder el tiempo o malgastarlo, y a medida que logramos medirlo con más precisión, el valor que le otorgamos aumenta.
Creo que no me equivoco si afirmo que a ninguno de nosotros nos gusta esperar. Ese periodo lo percibimos como algo costoso, molesto, cargado de emociones negativas que repercuten en la valoración de los servicios que consumimos y en nuestra toma de decisiones.
Por si esto fuera poco, nuestra tolerancia a la espera es diferente en función del momento en el que se produce:
- A partir de los seis minutos y medio de retraso en un restaurante empezamos a estresarnos
- Sólo necesitamos dos minutos para hacerlo cuando hablamos con un call Center
- Apenas bastan 20 segundos cuando la espera tiene lugar ante un ascensor.
Y todo esto tiene repercusiones negativas. Hace unos años Google realizó un experimento en el que aumentó el tiempo de carga de su página de los 0,5 segundos a los 0,9 y observó una caída de hasta el 20% de sus usuarios, y Amazon ha comprobado que aumentos muy pequeños en el tiempo de carga ocasionan pérdidas de compras significativas.
Los atascos.
Una de las situaciones que más estrés nos genera son los atascos en la carretera, momentos en los que lo queramos o no, no nos queda más remedio que permanecer en el sitio. Si a ello añadimos el hecho de que muchas ocasiones vemos como los vehículos de la fila de al lado se mueven cuando nosotros estamos quietos, el malestar aumenta y con ello el potencial de tomar malas decisiones para nuestros intereses, e incluso el riesgo de que éstas sean peligrosas.
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Cuando se produce un atasco, se genera un conflicto entre la velocidad a la que queremos ir y el espacio disponible para circular, con lo que termina formándose una fila. Para entender por qué se producen estas colas y cuál es la mejor manera de gestionarlas, ha surgido toda una rama de investigación al respecto.
¿Por qué se producen los atascos?
Respuesta rápida: por una multitud de factores como el estado de las carreteras, el volumen del tráfico, la gestión de la circulación…
Pero si nos centramos en el principal causante, el factor humano, podríamos reducirlo a una mera cuestión de oportunismo.
Vamos a recurrir a la teoría de juegos para entenderlo.
El ejemplo más clásico de teoría de juegos es el dilema del prisionero.
En este supuesto tenemos 2 criminales que han cometido un delito. La policía cuenta con pruebas circunstanciales para detenerlos, pero les falta una prueba decisiva para poder juzgarlos por ese delito. Así que los separan en dos celdas sin posibilidad de comunicarse y les hacen la misma propuesta a ambos:
- Si tú declaras contra tu compañero, podemos llegar a un acuerdo, a él le caerán 10 años, y a ti solo 2.
- Si tu compañero declara contra ti y tú no lo haces contra él, a ti te caerán 10 y a él solo 2.
- Si ninguno declara contra el otro, utilizaremos esas pruebas circunstanciales y a ambos os caerán 5 años.
- Y si los dos declaráis contra el otro, os meteremos 8 años en la cárcel.
¿Cuál es el resultado lógico, colaborar o competir?
Para visualizarlo podemos representarlo con la siguiente matriz, donde la primera cifra representa el coste para el prisionero 1, y la segunda la del prisionero 2.
Los razonamientos de cada uno de los dos reos serían:
Si mi compañero decide no delatarme y yo tampoco lo delato, me caen 5 años. En cambio si lo delato, me caen solo 2, así que me interesa delatarlo.
Por contra si mi compañero decide delatarme, y yo no lo hago, me caen 10 años, y si yo lo delato a él solo 8. Luego también me interesa delatarlo.
Fijándonos en la matriz, dado que hablamos de costes, el objetivo es obtener la cifra más baja. Si analizamos todas las alternativas posibles observamos que sea cual sea la decisión que tome el contrario, lo óptimo a nivel individual es competir, a pesar de tener claro que lo mejor para el grupo es la colaboración.
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En la carretera se produce algo similar. Ante la posibilidad de seguir al pie de la letra las normas o infringirlas (algunos dirían “interpretarlas con mayor flexibilidad”), la decisión óptima a nivel individual es la segunda a pesar de que a la larga salgamos perjudicados. ¿Por qué?
Imaginemos una situación cotidiana. Son las 5 de la tarde y por fin podemos salir del trabajo. Cogemos nuestro coche y nos incorporamos a una de las vías de entrada a la ciudad. Esta cuenta con dos o más carriles, y si estamos en un país sin influencia británica, el de la izquierda es para poder adelantar.
Empezamos a circular siguiendo al pie de la letra las normas, respetando la distancia de seguridad con el vehículo de delante. De pronto, como hay sitio, otro coche nos adelanta. Volvemos a dejar el espacio de seguridad necesario y de nuevo nos vuelven a adelantar. Así que cansados de vernos una y otra vez superados por los demás, reducimos al máximo la separación para que nadie más pueda colársenos.
Esta decisión supone varias cosas:
- Aumentar el riesgo de accidente.
- Aumentar los frenazos y acelerones, con lo que el consumo de energía se dispara y por tanto la contaminación.
- Y por si fuera poco, reducir la velocidad del carril, por la gran cantidad de tiempo que se pierde al frenar y acelerar en lugar de conducir de manera fluida.
Adelantar ahora siguiendo las normas es algo mucho más difícil, pues encontrar el espacio donde colarse es mucho más complicado, por lo que los conductores empiezan a circular cada vez antes por el carril de la izquierda, incluso aunque no les haga falta.
Sin embargo el problema aún puede hacerse mayor. Miramos hacia la izquierda y vemos como un coche adelanta sin mayores problemas a nuestro carril. Poco después vemos pasar a otro y luego a otro más. Pensamos que nosotros podríamos hacer lo mismo infringiendo un poquito las normas y así llegar primero a casa. De este modo decidimos incorporarnos cuando podamos al carril de la izquierda, pero cada vez más coches circulan por ese lado, y nos resulta difícil encontrar el momento para hacerlo.
Al final dado que es prácticamente imposible volver al carril de la derecha, en cuanto un vehículo circule por la izquierda más lento que los demás generamos el mismo problema que en el primer carril, solo que esta vez es aún peor al no haber ninguna vía para permitir reducir la congestión.
Así pues los problemas que generan los atascos se agudizan:
- Reducción de la velocidad.
- Pérdida de tiempo.
- Aumento de la contaminación.
- E incremento del riesgo de accidentes.
¿Existe alguna solución?
Como hemos visto, un atasco se produce en cuanto hay un conflicto de intereses entre la velocidad y el espacio disponible. Si a nivel individual podemos ir más rápido, y tenemos espacio para ello, nuestra decisión óptima es adelantar con independencia de lo que hagan el resto de conductores. Así que necesitamos encontrar un sistema que permita impulsar la colaboración y desincentivar la competencia.
Opción 1: castigar la mala conducta.
La primera idea que se nos viene a la cabeza cuando queremos desincentivar un comportamiento es tratar de penalizarlo, y si hablamos de tráfico, lo habitual es que recurramos a las multas. De este modo podríamos desarrollar una estrategia en la que los conductores que no respetasen los límites de velocidad o la distancia mínima de seguridad entre vehículos pudiesen ser sancionados económicamente.
El problema es que las multas son muy impopulares, por no hablar de la dificultad de controlar todas las vías en las que puede darse un atasco. Como solución es muy complicada de implantar y seamos francos, salvo que no quedase otra opción, a casi nadie le gustaría.
Opción 2: premiar la buena conducta.
La otra opción en la que podríamos pensar es tratar de reforzar el comportamiento positivo. Si castigar un comportamiento económicamente es muy impopular, intentemos enfocarlo desde el otro punto de vista: recompensemos la estrategia de colaboración.
Hoy por hoy apenas existen medidas en este sentido, pues la recompensa tendría que ser lo bastante grande como para que a suficientes conductores les interesase renunciar al beneficio del tiempo. Así que a nivel real difícilmente podremos ver algo en esta dirección.
Opción 3: prescindir del factor humano.
Si influir sobre la conducta de las personas en este caso es tan complicado, intentemos buscar otras soluciones, y la que tiene más potencial a futuro es la innovación tecnológica.
Gracias a distintos modelos matemáticos sabemos que si respetamos los límites fijados por un sistema de recomendaciones de velocidad variable en las carreteras podríamos eliminar los atascos. Sin embargo el oportunismo de los conductores lo hace inviable.
¿Pero que pasaría si hiciésemos que la opción de respetar el límite de velocidad o no no dependiese de ellos?
Pensemos en los coches autónomos. Cuando alcancemos el máximo grado de conducción autónoma dispondremos de una red de vehículos completamente conectados entre sí y a la vez con las infraestructuras, por lo que estimar los tiempos de desplazamiento de estos vehículos será mucho más sencillo. De este modo podríamos ajustar automáticamente la velocidad de los distintos coches para minimizar las posibilidades de que se produzca un atasco, o simplemente desviar el tráfico siempre que sea posible para hacerlo mucho más fluido.
Pero no tendremos que esperar a llegar al nivel cinco de autonomía para empezar a ver los efectos positivos de la conducción autónoma aplicados a los atascos. Gracias a los sistemas de asistencia a la conducción (ADAS) podríamos empezar a implantar medidas tales como reservar algún tipo de carril para los vehículos que dispongan de estos sistemas y que en ese momento los lleven activados. De este modo, la circulación por este carril sería mucho más fluida, lo cual animaría a que más personas decidieran activar estos sistemas para incorporarse a este carril y pensando más allá, a que sirva como otro factor que impulse la demanda de este tipo de servicios.
De todas formas, aunque terminase produciéndose un atasco, que todos los vehículos fuesen autónomos aún podrían generar beneficios gracias a su menor tiempo de reacción, al disponer de una comunicación mucho más fluida entre todos los vehículos, y en especial porque evitaríamos el estrés de la espera y las malas decisiones que por su culpa acabamos tomando.
En el fondo, se trataría de buscar la colaboración Entre las distintas unidades que estén circulando por la vía pública, sea cual sea la situación, para beneficiarnos a todos, mejorando el bienestar y reduciendo la contaminación.
Conclusión:
Nosotros creemos que el progreso ha de enfocarse como una oportunidad de mejorar la calidad de vida de las personas, y las soluciones tecnológicas de movilidad inteligente nos conducen en esta dirección. Por eso estamos poniendo todo nuestro esfuerzo para que todos podamos disfrutar de ellas lo antes posible.
Gracias al coche autónomo podremos tomar mejores decisiones, reducir el estrés, conseguir una circulación mucho más fluida y en el caso de que aún así se lleguen a producir atascos, hacer que estos puedan gestionarse con mucha más facilidad de lo que se hace hoy en día.
El futuro es apasionante. ¿Nos ayudas a lograrlo?